Guerras Mundiales


1)Primera Guerra Mundial
See full size imageEn 1933, estalló la segunda guerra chino-japonesa a raíz de un pequeño incidente. El Ejército Kwantung actuaba de manera muy independiente del gobierno japonés que trataba de ser más bien moderado en sus relaciones con China. Las fuerzas japonesas ocuparon toda la costa china y cometieron atrocidades con la población, en especial durante la caída de Nanking, sin embargo, el gobierno chino no se rindió y la guerra continuó en menor escala a lo largo de la Segunda Guerra Mundial.
A fines de los años 30, Japón comenzó a expandir hacia el sur con el establecimiento de la Gran Esfera de Co-Prosperidad Asiática, que incluía la liberación del Sureste Asiático de las potencias coloniales occidentales.
El día 5 de enero de 1939, la prensa internacional difundió la noticia del nombramiento el día anterior del nuevo Primer Ministro Kiichiro Hirahuma que constituyó su Gabinete así:
Primer Ministro, Kiichiro Hirahuma; Ministro de Asuntos Exteriores, Arita; Ministro de Hacienda, Totaro Ishiwatari; Ministro de Agricultura y Bosques, Sokurausbi; Ministro de Ferrocarriles, Yonezo Meda; MInistro de Guerra, Seishiro Itagaki; Ministro de Marina, almirante Yonai; MInistr del Interior, Koishi Kido; Ministro de Bienestar Público, Hirose; Ministo de Educación, Cadao Araki; MInistro de Justicia y Comunicaciones, Suehiko Shino; Ministro de Comercio. Hatta; Mionistro de las Colonias, Yoshiaki; Ministro sin Cartera, Príncipe Konoye.
La prensa creyó muy probable que el príncipe Konoye aceptartía además del puesto de ministro sin cartera, el cargo de Presidente del Consejo Privado del Imperio.
No pudieron tampoco en esos momentos fijar el color político exacto del Gabinete que acaba de constituirse. Pero el deseo de la nación fue -según expresión oficial "proceder a una obra de reconstrucción", es decir, solucionar prácticamente la cuestión de China. Por lo que se refiere a esa cuestión, el señor Hirahuma se hallaba en una posición considerablemente más favorable que el principe Konoye.
En 1940, Japón ocupó la Indochina Francesa y se unió con Alemania e Italia para formar el Pacto de Acero. Esta alianza exasperó a británicos y estadounidenses que respondieron con un boicot petrolero. La escasez de combustibles forzó al Japón a capturar las zonas petrolíferas de las Indias Orientales Holandesas arriesgando una confrontación bélica con EEUU y Gran Bretaña.
En diciembre de 1941, Japón atacó a las potencias occidentales en Pearl Harbor y varios otros puntos en el Pacífico. Rápidamente tomo el control de una extensa área que se expandió hasta las fronteras de la India en el oeste y Nueva Guinea en el sur en sólo seis meses.
La guerra tuvo su punto de quiebre en la Batalla de Midway en junio de 1942 y a partir de ese momento las fuerzas Aliadas recuperaron poco a poco los territorios ocupados. En 1944 comenzaron bombardeos intensivos sobre las ciudades japonesas.
El 27 de julio de 1945, por acuerdo tomado en la Conferencia de Postdam, las fuerzas Aliadas le exigieron a Japón la rendición incondicional o sufrir las consecuencias y ser destruido. Los días 6 y 9 de agosto de 1945, aviones estadounidenses lanzaron bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki y la URSS declaró la guerra el día 8.
El 14 de agosto, el Emperador Hiroito decidió rendirse incondicionalmente.


2)Segunda Guerra Mundial
2.1)IniciosEl comienzo de la II Guerra Mundial, en septiembre de 1939, dio a Japón una nueva oportunidad para extenderse por Sureste asiático, después de haber alcanzado varios acuerdos diplomáticos. En septiembre de 1940 Japón estableció una alianza tripartita con Alemania e Italia, el denominado Eje Roma-Berlín-Tokio, que aseguraba ayuda mutua y total durante un periodo de diez años. Sin embargo, Japón consideró que el pacto firmado en 1939 entre Alemania y la URSS había liberado al Imperio de cualquier obligación contraída en la alianza anticomunista de 1936. Por tanto, en septiembre de 1941, Japón firmó un pacto de neutralidad con la URSS, que garantizaba la protección del norte de DongbeiPingyuan.

2.2)Desarrollo
Al mismo tiempo, Japón intentó obtener acuerdos económicos y políticos en las Indias Orientales Holandesas.
Estas acciones provocaron el embargo de petróleo estadounidense e incrementaron la hostilidad entre ambos países, bastante fuerte desde la invasión japonesa de China en 1937. En octubre de 1941 el general Tojo Hideki se convirtió en el primer ministro japonés y ministro de Guerra, lo que no favoreció la normalización de las relaciones.
El 7 de diciembre de 1941 sin aviso y mientras todavía se estaban celebrando negociaciones entre los diplomáticos estadounidenses y japoneses, varias oleadas de aviones japoneses bombardearon Pearl Harbor, en Hawaii, la principal base naval estadounidense en el Pacífico; poco después se lanzaron ataques simultáneos contra Filipinas, las islas de Guam, isla Wake y Midway, Hong Kong, Malasia británica y Tailandia. El 8 de diciembre, Estados Unidos declaró la guerra a Japón, al igual que el resto de los poderes aliados, excepto la URSS.

Un año después del éxito de estos ataques por sorpresa Japón mantenía la ofensiva en el Sureste asiático y en las islas del Pacífico Sur. El Imperio designó el Este asiático y sus alrededores como la ‘Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental’ e hizo efectiva la propaganda del lema ‘Asia para los asiáticos’. Además, los elementos nacionalistas en la mayoría de los países de Asia oriental daban apoyo tácito, y en algunos casos real, a los japoneses, porque vieron un camino aparente para liberarse del imperialismo occidental. 

En diciembre de 1941, Japón invadió Tailandia, a cuyo gobierno obligó a firmar un tratado de alianza. Las tropas japonesas ocuparon Birmania, Malasia británica, Borneo, Hong Kong y las Indias Orientales Holandesas. En mayo de 1942, las Filipinas cayeron en manos japonesas. Volviéndose hacia Australia y Nueva Zelanda, las fuerzas japonesas desembarcaron en Nueva Guinea, Nueva Inglaterra (ahora parte de Papúa-Nueva Guinea) y las islas Salomón. Un destacamento especial japonés también invadió y ocupó Attu, Agattu y Kiska en las islas Aleutianas frente a la costa de Alaska, en Norteamérica. Al final, la guerra se convirtió en una lucha naval por el control las vastas extensiones del océano Pacífico.

2.3)La bomba no acabó con la guerra
Entre los historiadores occidentales, particularmente los estadounidenses, está difundida la opinión de que «las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial».
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Sin negar el importante efecto psicológico que tuvieron los bombardeos atómicos, los que acercaron la capitulación del Japón, no se puede aceptar al propio tiempo que precisamente ello haya determinado el desenlace de la guerra. Lo reconocían también eminentes políticos de Occidente. Por ejemplo, Churchill decía: Sería erróneo suponer que el destino del Japón fuese determinado por la bomba atómica.
Los hechos prueban que el bombardeo atómico no hizo capitular al Japón. El Gobierno y los altos mandos nipones ocultaron del pueblo la noticia del empleo de la nueva arma, la atómica, por los estadounidenses y siguieron preparando la batalla decisiva en su territorio. El bombardeo a Hiroshima ni fue debatido en la reunión del Consejo Supremo del Mando de la Guerra.
La advertencia del presidente de EE UU, Truman, sobre la disposición a asestarle al Japón nuevos golpes nucleares, transmitida el 7 de agosto por radio estadounidense, fue valorada por los altos mandos nipones como «propaganda de los aliados».
Ya después de reducida a cenizas Hiroshima por el fuego atómico, los militares japoneses siguieron afirmando que el Ejército y la Marina de Guerra imperiales eran capaces de seguir combatiendo y, de infligir un serio daño al adversario, podrían asegurarle al Japón decentes condiciones del cese de la guerra.
Según cálculos de los Estados Mayores norteamericanos, para garantizar la cobertura de los desembarcos en islas niponas hacía falta arrojar nueve bombas atómicas, como mínimo. Pero según se supo más tarde, después de destruidas ya Hiroshima y Nagasaki, EEUU no tenía más bombas atómicas disponibles y su fabricación llevaría mucho tiempo.
«Las bombas que arrojamos eran las únicas de que disponíamos, y el ritmo de su fabricación era muy lento en aquel entonces», escribiría el Secretario de Defensa de EEUU, Stimson.
Es obvio que con los bombardeos atómicos a ciudades niponas no se persiguió ningún objetivo militar importante. El general Mac Arthur, que durante la guerra tenía a su mando las tropas aliadas en el océano Pacífico, reconocería en 1960: «No había ninguna necesidad militar de emplear bomba atómica en 1945». Intentando encubrir los fines auténticos del bombardeo atómico, Truman manifestó el 9 de agosto de 1945 que el golpe atómico fue asestado «contra la base militar de Hiroshima» con el fin de «evitar víctimas entre la población civil».
Pero en realidad, al tomar la decisión de realizar el bombardeo, los dirigentes estadounidenses lo apuntaban precisamente contra la población civil del Japón. Encontramos una prueba irrefutable de ello en documentos.
Por ejemplo, la orden número 13 dada el 2 de agosto por mandos estadounidenses decía: «Fecha del ataque: 6 de agosto. Objetivo del ataque: la parte histórica y la zona industrial de la ciudad de Hiroshima. Segundo objetivo de reserva: los arsenales y la parte céntrica de la ciudad de Kokura. Tercer objetivo de reserva: la parte céntrica de la ciudad de Nagasaki».
Al asestar golpes atómicos contra los distritos densamente poblados de Hiroshima y Nagasaki, los estadounidenses querían antes que nada producir un efecto psicológico con el exterminio de un gran número de gente. Truman aprobó en persona la propuesta de su asesor más cercano, Beerns, de que «se debe arrojar una bomba al Japón lo más rápido posible, preferentemente a una empresa militar rodeada de barriadas en que viven obreros, y sin previo aviso». Como es sabido, esas recomendaciones se cumplieron.
Con el bombardeo atómico al Japón también se perseguía otro objetivo: intimidar a la URSS y otros Estados y, gracias a poseer el monopolio nuclear, imponer el dominio de EEUU en el mundo postbélico. Al preparar el empleo de bombas atómicas, los dirigentes estadounidenses esperaban «hacer con ello más dócil a Rusia».
Es ampliamente conocida la manifestación que hizo Truman al respecto: «Si la bomba explota, en lo que confío, tendré, sin lugar a dudas, un garrote para esos muchachos».
En relación con ello sólo, se puede compartir la opinión expresada por el científico inglés Blackett de que los bombardeos atómicos «no en el último lugar eran un acto apuntado contra Rusia».
Realmente, las explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki no eran el acorde final de la Segunda Guerra Mundial, sino las primeras salvas del comienzo de la «Guerra Fría».
Existe la versión de que Stalin, al enterarse del bombardeo atómico a Hiroshima, aceleró la entrada de la URSS en la guerra contra el Japón, con el fin de obtener el derecho a participar en el arreglo postbélico en Asia del Este.
Quizás así sea. Pero también es muy probable lo contrario. Parece que Truman se apresuraba de este modo a adelantarse a la URSS, para atribuir a EEUU todos los laureles del vencedor y obtener el monopolio a ocupar y dirigir el Japón vencido. En cuanto a Stalin, su proceder era impecable: la URSS entró en la guerra el 8 de agosto, o sea en estricta correspondencia con lo acordado en Yalta: tres meses después de la capitulación de Alemania.

Al tomar la decisión de bombardear a Hiroshima, los estadounidenses estaban seguros de que Stalin cumpliría su promesa de prestarles ayuda militar en Lejano Oriente. El 28 de mayo de 1945, el representante personal del presidente de EEUU, Hopkins, al encontrarse en Moscú informó a Washington de que Stalin les prometió en persona a él y al embajador de EEUU, Harriman, lo siguiente: «El Ejército soviético habrá desplegado plenamente sus unidades en las posiciones de Manchuria hacia el 8 de agosto».
JPEG - 39.4 KBLos aliados estaban seguros de que precisamente la entrada de la Unión Soviética en la guerra convencería definitivamente al Japón de lo inevitable de su plena derrota.
Los ulteriores acontecimientos confirmaron la justedad de tal valoración.
Al intervenir en la reunión urgente del Consejo Supremo del Mando de la Guerra, el primer ministro Suzuki manifestó ya el 9 de agosto: «El que esta mañana la Unión Soviética haya entrado en la guerra nos pone definitivamente en una situación sin salida y nos hace imposible continuar la guerra».
También son conocidas las palabras del comandante en jefe del Japón, el emperador Hirohito, quien en su mensaje «A los soldados y los marineros», decía: «Ahora que en la guerra contra nosotros ha entrado la Unión Soviética, lo de seguir oponiendo resistencia significaría peligrar las bases mismas de la existencia de nuestro imperio».